miércoles, 9 de julio de 2008

Y prometo medir mis palabras

Alguien dijo una vez que el hombre era dueño de sus silencios, y esclavo de sus palabras, y creo que con pocas cosas puedo estar más de acuerdo. Día tras día, interaccionamos una y mil veces con muchas personas, algunas, desconocidas, a las que no podemos seguir la pista, ni medir nuestro impacto en ellas, pero la gran mayoría, son de nuestra propia familia, nuestros amigos, nuestros compañeros, gente a la que queremos y a la que no nos gustaría perjudicar en ningún momento.
Otro sabio dijo que no le gustaba dar consejos, por que si todo iba bien, no se lo agradecían, pero si las cosas iban mal, se lo hecharían en cara, con esta segunda proposición no estoy mas en de acuerdo, ya que no siempre es así, aunque no es que sea de mi agrado dar consejos.
Hace poco, hablando con un compañer@, me dijo que me estaba muy agradecid@ por las cosas que le había dicho, que había hecho lo que lo que le dije que yo haría, y que le había ido bien. Yo después de esto, le dije que no era necesario que me lo agradeciera, y que para eso están los amigos. Hasta aquí todo normal, ¿o no? Todo esto, había surgido de una conversación informal, en la que en ningún momento pude pensar, que lo que yo dijera en ese momento, podría influir en alguien como para incitarle a hacer una cosa, o disuadirle de hacer otra, y tras pensar esto, me entro una sensación extraña, algo así como - Pues menos mal que todo ha salido bien al final...
Al final llegas a la conclusión de que en mayor o menor medida, puedes influenciar con tus palabras o tus actos, a un montón de gente que tienes a tu alrededor, y lo peor de todo es que no sabes exactamente cuando y como esta pasando, y a no ser que te pidan un consejo directamente, puede que te enteres cuando todo ha pasado y ya no puedes cambiar volver a tras en lo que dijiste, y bueno, francamente, eso asusta un poco, porque, ¿y si nos equivocamos? Cuando hablamos con otras personas, ¿medimos nuestras palabras lo suficiente?, ¿pensamos en el beneficio, o perjuicio que podemos hacer a otras personas?, y ¿hasta que punto somos responsables de que alguien tome una mala decisión influenciado por nosotros?

1 comentario:

J.Abenza dijo...

Las palabras más sinceras y oportunas salen de las bocas qeu no buscan una solución mental instantánea, sino una propuesta razonable de entre todas las pasibles/imaginadas en un momento dado.

Cuando te piden una opinión, existe un doble sesgo: el qeu viene de quien te da la información, y el qeu nace de tu respuesta (la opción escogida tras evaluar una serie de posibles opciones).

De ahí qeu te remita de nuevo a mi primer párrafo: cuando hablas con alguien sin saber que te está pidiendo un consejo o una opinión, tu respuesta es más sincera y muy apropiada, ya que, por lo general, no te limitas a evaluar las opciones (y quedarte con la qeu tú crees más útil) sino que haces una lista y, a través del diálogo, surgen los pros y contras.

Un saludo, Fer.

Un consejo: las glomerulonefritis más importantes son las más preguntadas.